Tenía tanto para dar
y todo estaba preparado,
despues del verano
que tanto había costado pasar.
Y tanta habia sido la espera
y el fracaso
y el desengaño.
Y aún así no pudieron los viajes, los mares,
ni siquiera los puentes que atraviesan los más caudalosos rios
de la península
combatir la pequeña llama de esperanza que se esforzó en
subsistir.
Hasta que llegó la carta
y con ella el desconcierto,
la angustia, el silencio:
El temor
que subyace todavía tras el obligado silencio
ante el imaginado momento en que tus dedos
volvieran a rozar las yemas de los mios
como entonces
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