Si pudiese retroceder el tiempo
hacia la izquierda en las manecillas del reloj,
y retrocediese también el verano y la primavera
y otra vez volviese a ser invierno, pero aquel.
Si ya ni siquiera supiéramos quienes éramos
y sentados uno junto al otro por imperativo
circunstancial,
nos saludáramos con el fastidio de tener que sonreír
porque sí
y ya no recordase el color de tus ojos
o el calor de tus manos
y me dijeses sólo
"¿necesitas ayuda"?
entonces sería posible el olvido;
sería posible
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